viernes, 31 de agosto de 2007

Viaje al Oeste (1): Perfiles

Vivir en Nueva York hace que compares todas las ciudades que has conocido (y conocerás) con ella. El característico perfil de Nueva York, reconocible incluso para quien no ha estado, no tiene nada que envidiar a otros perfiles que durante este viaje de la pasada semana he podido ver. Así, el primer perfil que pude ver fue el de San Francisco (seguido por Sequoia Valley, Las Vegas y el Gran Cañón).
La imagen mental que yo tenía de San Francisco correspondía a la película ¿Qué me pasa, doctor? Recordaba la frenética escena de los protagonistas bajando en bicicleta por las calles de la ciudad. "Qué empinadas", pensaba. Pues esas calles, en realidad, son aún más empinadas de lo que creía. Parece mentira que alguien se planteara construir una ciudad ahí. Y me alucina pensar que esa ciudad está a merced de los terremotos en cualquier momento.

El siguiente perfil que me encontré fue el de Sequoia Valley. Incluso después de ver una ciudad como San Francisco, la naturaleza siempre gana al hombre. Las secuoyas son árboles descomunales, que llevan ahí miles de años y que, por si fuera poco, crecen en lo alto de las montañas. Me contaban que las secuoyas son árboles "altos como rascacielos". No sé si tanto, pero la primera visión de una secuoya superó incluso a la del Empire State.
Depués de ese perfil, llegó Las Vegas. Durante casi todo el paseo por esta ciudad, apenas pude articular palabra. Todo el mundo dice que es la mayor horterada del mundo, pero hay algo fascinante y magnético en ella. Tal vez sean las máquinas tragaperras, colonizadas por señoras de mediana edad, o tal vez el hecho de que allí todas las personas parecen fantasmas, porque nadie proyecta sombras, de tanta luz que viene desde todas las direcciones...

Las Vegas, esa ciudad en medio del desierto, donde todos fuman y beben sin importar si están dentro o fuera de los casinos, tiene perfiles tramposos. El de la foto superior corresponde a New York, New York, la chusca recreación de Nueva York. Cada hotel tiene una arquitectura temática, y así, puedes decidir dormir en un castillo medieval (el Excalibur), en una pirámide egipcia (el Luxor) o en París. Siempre que tengas una buena tarjeta de crédito, claro.
El gran perfil del viaje estaba aún por llegar: el Gran Cañón. Esto fue lo que más me impresionó. Nunca había visto nada parecido. Es tan inabarcable que da miedo. Las capas de piedra que lo forman llevan allí 270 millones de años, y el cañón fue recortado en sólo 5 millones de años. El descenso, a lo largo de unos 15 kilómetros (ida y vuelta), es un ejercicio de paciencia (parece que no avanzas nada) y de resistencia. Y vaya vistas que había. Fue la caminata más dura y hermosa de mi vida.
Me hubiera gustado llegar hasta el río Colorado, pero estaba a otros 10 kilómetros más (ida y vuelta) y luego, quieras o no, tienes que volver a subir el cañón. El regreso, con esos inmensos acantilados frente a ti, cansado, achicharrado, y con la obligación de subirlos, fue demoledor (física y moralmente), pero mereció la pena.

En un par de próximas entregas hablaré de los caminos y de algunas imágenes peculiares de este viaje.


OLI I7O

domingo, 26 de agosto de 2007

Recuerdos que rebotan

Hace cinco años, estuve en Finisterre. Miraba el horizonte y pensaba que al otro lado del Atlántico estaba Nueva York. En ese momento, tiré una piedra al acantilado, que se precipitó hacia el fondo del océano.
Cuando el otro día estuve en Coney Island, el recuerdo aún provocaba ondas en el océano. Cerré el círculo, y una semana después estaba en San Francisco, frente al océano Pacífico. No tiré una piedra, porque me dio miedo de que la onda llegase hasta Habomai, en Japón, pero San Francisco es lo más lejos que he llegado en este planeta.

"Lejos"
es un concepto vacío en un planeta redondo, pero ahora toca volver a mirar a España para preparar el regreso.

La foto izquierda es de la costa este de Estados Unidos, y la derecha, de la costa oeste. Prometo contaros cosas de este viaje dentro de unos días.


OLI I7O

miércoles, 15 de agosto de 2007

La ciudad donde vivo

Dentro de unas horas tomamos el avión hacia la costa oeste. Ana lo llama "el viaje dentro del viaje", pero para mí es "el viaje" a secas, porque me he dado cuenta de que Nueva York ya no es sólo la ciudad de la Estatua de la Libertad, Central Park o Times Square. Hoy hace exactamente seis meses que llegué aquí, y Nueva York se ha convertido en la ciudad donde vivo. Es algo obvio, pero que solamente comprendes al tener otro punto de vista de la ciudad.
Volveré en una semana. Os contaré cosas del viaje, y volveré a las crónicas de esta Maldita Gran Manzana.


OLI I7O

sábado, 11 de agosto de 2007

Coney Island

"Recuerdos desde Coney Island", puede leerse en esta antigua postal. Y, salvo un milagro de última hora, el Coney Island que ayer pude disfrutar, será un recuerdo en muy poco tiempo.
Desde siempre, Coney Island ha sido el lugar de ocio para los neoyorquinos de clase media. Allí está el cuartel general de Nathan's, el local donde cada 4 de julio se celebra el concurso de engullidores de perritos calientes (parece ser que ellos los inventaron). Allí, el océano Atlántico se ve tan inabarcable como se ve desde Finisterre. Y películas como Big, o Inteligencia Artificial tienen sendas escenas claves en Coney Island.
Pero hablar de Coney Island es hablar de Astroland, el famoso parque de atracciones. Hoy, Astroland es una especie en extinción. La falta de turismo (la gente prefiere la playa de Long Island), la competencia de otro parque de atracciones (el Six Flags) y la especulación inmobiliaria ha provocado que Astroland cierre sus puertas el próximo otoño, para siempre (a excepción de la montaña rusa Cyclone). No obstante, otras voces menos alarmistas que la mía aseguran que Coney Island sobrevivirá a cualquier cambio y sabrá adaptarse. Probablemente se convierta en un nuevo Las Vegas playero, algo lejos del encantador conglomerado de bombillas y letreros rechonchos del Coney Island actual.

Una de mis curiosidades al entrar a Astroland fue localizar la famosa máquina de Zoltar, de la película Big. Sin embargo, según me contó un operario del parque, esa máquina nunca estuvo ahí. Vaya, un mito de infancia caído. Eso sí, olvidada en una esquina, todavía se puede encontrar a Grandma's Predictions, una máquina que lleva sesenta años funcionando.

Y, junto al parque de atracciones, se encuentra el Acuario de Nueva York. Es un pequeño pero apañado acuario con focas, tiburones, tortugas, peces de todo tipo, medusas (tan hipnóticas como la propia máquina de Zoltar)... incluso microorganismos. La pena es que ya era un poco tarde, y a esa hora no enseñaban las morsas y los leones marinos.
El acuario, los perritos calientes, la playa y el Cyclone estarán ahí el año que viene. Pero aunque el prometido nuevo diseño arquitectónico de Coney Island lleve un par de años más, parece inevitable que el viejo Coney Island muera a corto plazo.


OLI I7O

jueves, 9 de agosto de 2007

Semilla de parque

Aún no he hablado de Prospect Park, en Brooklyn. Y dado que sé que hablaré en otras ocasiones, hoy voy a plantar en el blog la primera semilla de este parque.

Prospect Park es un parque enorme, precioso, donde la gente juega, habla, hace deporte... Obviando el tamaño, poco distingue a Prospect Park de casi cualquier gran parque del mundo, incluido Central Park.
Pero está ese nosequé que tiene Prospect Park y que no tiene Central Park. Si Central Park puede llegar a saturar con tanto turista y tanta foto ajena en la que te cruzas por accidente, cuando vas a Prospect Park, te invade una reconfortante sensación de que has encontrado un rincón de 250 hectáreas para ti solo.


OLI I7O

martes, 7 de agosto de 2007

Ha costado meses

Ana ha venido a verme. Vamos a pasar unas merecidísimas vacaciones por esta ciudad y alrededores. La parte de alrededores incluye un viaje a la costa oeste, donde visitaremos San Francisco (una amiga nos aloja en su casa de San José). Desde ahí conduciremos hasta Phoenix, pasando por Sequoia Park, Las Vegas (necesito ver esa mole de horterismo) y el Gran Cañón, uno de mis grandes objetivos turísticos mundiales. Posiblemente también hagamos una visita a Washington, y, si alguien me convence de que merece la pena, también a Philadelphia.

El mes, como digo, promete. No obstante, imagino que no podré escribir tanto, porque el tiempo con Ana es oro, hasta que ella vuelva a España.

Pero mi blogofrenia es poderosa. En el fondo sé que escribiré a la más mínima excusa que se presente (hoy mismo he sacado un par de fotos interesantes).


OLI I7O

sábado, 4 de agosto de 2007

El fantasma de Elma Sands

Nueva York es la ciudad de las historias. Y es, además, la ciudad que más historias de fantasmas alberga. No es casualidad que la acción de películas como Cazafantasmas o Ghost tenga lugar aquí. A mí, que me interesan mucho estos cuentos, de entre todos ellos hubo uno que me llamó la atención especialmente: la historia del fantasma de Elma Sands. Tiene elementos fantásticos y románticos que me han cautivado y llevado muy lejos.


La historia

La noche del 22 de diciembre de 1799, la joven Gulielma Sands, Elma Sands, de 22 años de edad, salió de su casa en Greenwich Village a pasear con su prometido, Levi Weeks. Faltaban tres días para su boda, pero, por motivos que aún se desconocen, Levi estranguló a Elma hasta la muerte. Después, arrojó su cadáver al por aquel entonces llamado "Pozo de Manhattan"

Su cuerpo no fue hallado hasta el día 2 de enero de 1800. Según uno de los operarios que sacó su cuerpo del pozo, "[...] su vestido fue desgarrado con violencia [...]" Weeks fue encarcelado, pero le soltaron al poco tiempo por ser hijo de una acaudalada y respetada familia de Manhattan. El caso dividió a los neoyorquinos, y fue considerado el primer gran juicio de la era moderna.


El fantasma

El pozo donde fue arrojado el cuerpo de Elma está en el sótano del restaurante "Manhattan Bistro", en el número 129 de Spring Street. Según tenía entendido, se habían dado casos de platos volando por el restaurante, copas que se vuelcan misteriosamente, y ruidos entre los clientes. Quería saber hasta qué punto era cierto eso.
Así que fui al restaurante. Empecé a hablar con los camareros, todos de procedencia india. Uno de ellos, Gulam Mahamod, me dijo que él nunca había visto ni oído nada. Me dijo que hablase con Mahen-Dar Bajracharya, otro empleado que, según Gulam, "es amigo del fantasma". Desde ese momento, tuve dos objetivos claros: "tengo que fotografiar ese pozo, y tengo que hablar con Mahen-Dar".

Hablar con Mahen-Dar fue complicado. Él quería hablar conmigo. Según parece, estaba interesado en contarme algo. No obstante, era más escurridizo que el propio fantasma de Elma Sands. Siempre lo mandaban a hacer recados por la calle, y siempre que iba a hablar con él, acababa de salir. Conseguí su teléfono y fijamos una cita.

Ayer, finalmente, conseguí quedar con él. Nos sentamos en la parte de atrás del restaurante, y me contó su experiencia. Según él, el fantasma nunca se ha manifestado en el salón del restaurante. Nunca, en sus quince años trabajando allí, ha visto platos volando, ni nada parecido. Pero también me ha contado que, muchas veces, al cerrar el restaurante, cuando sólo quedan el manager y él, escuchan ruidos de pasos en la sala donde está el pozo. Nunca ha escuchado voces. Sólo pasos y golpes contra la puerta provenientes de esa sala.

Otro empleado accedió a llevarme a ver el pozo. Comenzamos a descender por unas estrechas escaleras hasta que llegamos a una puerta cerrada con llave. Me cuenta que en esa zona, todos los sótanos de Nueva York esconden un auténtico inframundo de pasadizos, pozos y restos de casas viejas. Al abrir la puerta, nos encontramos en un largo pasillo. Al final del mismo, otra puerta. Antes de abrir, me dice: "Sólo puedes entrar un momento, ¿eh?"
Entramos, y ahí estaba el pozo. Es mucho más fascinante de lo que imaginaba, sobre todo por el largo camino hasta llegar a él, y la emoción que me invadió por momentos. No es más que un viejo pozo, pero, tras varios días insistiendo, ganándome la confianza del personal, finalmente he conseguido la foto, pese a la negativa inicial del empleado.

Aún estoy pendiente de un correo que escribí a una periodista que publicó un libro sobre el tema. No sé si habrá alguna actualización futura de esta entrada, pero con el material que ya tenía, era más que de sobra para contaros la historia.


Más allá de Elma

La historia de Elma Sands forma parte del folklore popular de Estados Unidos. Películas como La Novia Cadáver, de Tim Burton y Mike Johnson están directamente inspiradas en esta historia. Tiene todos los elementos de una trama cautivadora: un asesinato que realmente ocurrió, un asesino que se libró de pagar por su crimen y... el hecho de que hayan pasado dos siglos desde aquello.


OLI I7O

viernes, 3 de agosto de 2007

"Yo cruzo"

Ayer me apetecía un baño de muchedumbre neoyorquina. Me voy a la Quinta Avenida. Llego a la altura de la calle 42 (donde luego tomé esta foto), y delante de mí, esperando a que el semáforo se ponga en verde, hay una pareja de españoles, de unos cincuenta años.
Un taxi viene por la calle, cuando de pronto se pone en verde para los peatones. En este momento, si el taxista frena, se quedará en el cruce de ambas calles, molestando a los que vienen en sentido perpendicular. Pues bien, la señora mira al taxi y le dice a su marido: "Yo cruzo, ya parará él".

Por supuesto, el taxista pegó un frenazo y se quedó obstaculizando. De no haberlo hecho, la habría atropellado. Ella, por si fuera poco, cruzó la calle diciendo: "¿Ves cómo frenaría?"

Ya casi se me había olvidado la prepotencia del españolito que se cree el centro del mundo, que pone sus reales cojones por delante de lo que haga falta, sin importarle el resto. Nueva York tiene sus cosas, pero nunca me he encontrado a ningún neoyorquino, ni americano, que no tenga un mínimo de cortesía, al menos en lo que a normas básicas de convivencia se refiere.

Siempre digo, medio en broma, medio en serio, que Estados Unidos es un país tercermundista. Pero, en muchos aspectos, los españoles aún tienen que aprender a desechar la idea de que el metro cuadrado que les rodea es lo único que existe. Señora: el mundo es gigantesco; hay miles de millones de personas distintas y usted ha conseguido que me ponga demagogo, cosa que odio. La próxima vez espere tres segundos y deje pasar al taxi, coño, que no es el fin del mundo.


OLI I7O

jueves, 2 de agosto de 2007

Batorats

El lunes pasado asistí a un concierto del (casi) recién nacido grupo Batorats en la sala Snitch, una céntrica, pero escondida sala de rock n'roll en la Calle 21 con la Sexta Avenida.
La sala es de las que todavía huelen a tabaco incrustado en cada rincón. De hecho, hay quien sigue fumando allí a partir de cierta hora (como en muchos otros locales de Nueva York). El suelo es de tablones de madera hinchados por la cerveza que han absorbido durante tantos años. Y las paredes, decoradas de rojo y negro, como tiene que ser.
Batorats son herederos del resurgimiento del garage rock que grupos como The Strokes, The White Stripes, Yeah Yeah Yeahs o Mando Diao han cimentado en los últimos años. Su directo, de momento, apenas dura media hora, lo suficiente como para dejarte con ganas de más, mientras ellos van haciendo tablas.

Por si a alguien le interesa, aquí dejo su myspace, y aquí, un vídeo que tomé de la actuación (la segunda mitad se ve mejor, lo juro).


OLI I7O

miércoles, 1 de agosto de 2007

Saint Mark's Place

Soy murciano. Por mis venas corre zarangollo, y he crecido rodeado de colores: los colores de Trapería, de Santo Domingo, de la huerta, del mercado de los jueves... incluso los colores del río Segura.

En Nueva York hay un lugar que, sin tener nada que ver con Murcia, el colorido que allí se concentra me hace sentir como en casa: St Mark's Place.
Pocas calles en Nueva York han concentrado tanta historia como St Mark's Place. Allí vivieron o trabajaron artistas y escritores como Jean-Michel Basquiat, Leon Trotsky, W.H. Auden, Jeff Buckley o Keith Haring, por nombrar unos pocos. En casi todos ellos, la calle y el entorno social eran componentes fundamentales en sus obras. Supongo que no se puede ser artista en St Mark's Place sin que eso te influya creativamente. Yo, como el ojo paseante conectado a un teclado que soy, me conformo con dejarme deslumbrar, que no es poco.
No quiero extenderme en la historia y las anécdotas de St Mark's Place. Hoy, esta calle es un reducto de locales japoneses, de patinadores y de hippies. No sé si de aquí saldrá algún Basquiat o algún Trotsky, pero seguro que el colorido de esta calle seguirá trazando pinceladas de Murcia en mi cabeza.


OLI I7O