viernes, 30 de noviembre de 2007

Lincoln saboreado

Los más ancianos del lugar, recordaréis cuando antes de este blog os torturaba con las primeras crónicas por medio de correos (algo por lo que más de uno acabaría spamtado).
Uno de ellos tenía por asunto "Lincoln pisoteado". En él, contaba cómo frecuentemente encontraba por la calle céntimos de dólar (los llaman pennys, pero no hay que confundirlos con los peniques británicos) y los iba guardando en un bote, algo que casi todo el mundo por aquí hace.

El tiempo ha pasado, y ya tocaba cambiarlos por algo más que un montón de piezas de cobre. He ido a una sucursal del Commerce Bank porque según pude enterarme, allí tienen máquinas que te cuentan las monedas. Te devuelven un tique con el recuento (no te cobran comisión), y en la ventanilla te dan los billetes (si te llega) correspondientes.
La máquina, orientada para niños, es muy divertida. Sobre todo, porque al final, ganas. Aquí están los pasos que hay que seguir:

1) Echas las monedas en la bandeja.
2) Le das al botón de contar
3) La máquina cuenta las monedas y te sale el recibo.
4) Vas a la ventanilla, y te cambian el dinero.
Fijáos cómo en el tique dice que había dos monedas de 0,25$. Probablemente estarían dentro del hueco de la bandeja, porque yo no las traje conmigo. El caso es que me daban 3,97$, que redondeé a 4$ con otros céntimos que llevaba en el bolsillo.

Esos cuatro dólares eran el resultado de recoger cada Lincoln que me he encontrado pisoteado durante todo este tiempo. Como dije en el correo, podría pagarme una lavandería, pero me pareció que tomarme un helado de Ben&Jerry's (que cuesta más o menos eso) era la mejor forma de gastarlos. ¿Habéis leído lo que lleva?
Ya en casa, después de cenar, me he tomado el helado. A cada cucharada, he vuelto a recordar que para mí, la vida es mirar al cielo, y al suelo, y a los ojos, y recoger céntimos que nadie escucha al caer, y acumularlos en un bote, y llevarlos a cambiar en una máquina para niños con tipografía Comic Sans, y comprarte un helado con lo que te dan. La vida, en definitiva, puede resumirse en eso: saborear céntimos convertidos en helados.


OLI I7O

jueves, 29 de noviembre de 2007

Flora y fauna de Nueva York (6)

En esta serie de entradas sobre la flora y fauna de Nueva York, aún no había hablado de la flora. Tal día como hoy, hay un árbol en la ciudad que ha hecho sombra a cualquier otro, incluso a los omnipresentes ginkgos: el árbol de Navidad de Rockefeller Center, cuyo encendido marca oficiosamente el inicio de estas fiestas (aunque la bola de nieve del consumismo extremo ya lleva una semana rodando cuesta abajo).
Entre estas dos fotos hay dos horas de soporífera gala (pase de diapositivas, aquí), de la que sólo destaco a la simpática y guapísima Carrie Underwood, que además hace el play-back como nadie (qué joyita de niña), más dos horas previas esperando. En total, unas cuatro horas de pie, soportando un frío casi invernal, que ni siquiera las Rockettes (versión pastrami de las ja-monísimas burbujas Freixenet) han podido mitigar, para finalmente disfrutar de este momento que he grabado. Con todo, ¿si os digo que ha merecido la pena, os lo creeréis?

El encendido de hoy era el número 75 de la historia de la ciudad. Mientras esperaba a que empezase, se me ha ocurrido qué pasaría si durante la gala, el operario que se encarga de encenderlo, lo activase por error antes de lo previsto. Me ha venido a la mente esta escena. No obstante, al final todo salió según lo previsto (o mejor dicho, pese a lo previsto). Una pena. Hubiera sido divertido ver la cara desencajada de Toni Bennet mientras cantaba el Santa Claus.


OLI I7O

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Rincones

¿Quién esperaría encontrar algo interesante en el patio de un hospital? Pues sí. El Columbia Presbyterian Medical Center, también conocido como Presbyterian Hospital a secas, en Washington Heights (un barrio que ya está en mi top-five) esconde un par de rincones realmente especiales.
El primero de ellos es Olivia's Magic Garden. No he encontrado nada de información sobre esta área llena de estatuas de animales. No sé si será magia, pero darse una vuelta (literalmente) por este diminuto espacio sí que tiene encanto; por eso, he colgado este vídeo.

A veinte metros, sin salir del jardín, hay una placa que podría ser un punto de peregrinaje para muchos neoyorquinos, de no ser porque casi ninguno de ellos sabe de su existencia. Se trata de la base original desde la cual el equipo de béisbol de los Yankees (antes, New York Highlanders) bateaba cuando empezaron a jugar, hasta que se trasladaron al Yankee Stadium. Aviso: es realmente complicada de encontrar. Hasta que yo no estuve a un metro de ella, no la vi.
Si logramos verla, nos merecemos un homenaje gastronómico. Y para ello, el mejor lugar es otro rincón, el Rincón Centroamericano, en el 1229 de St Nicholas Avenue (a cuatro manzanas del hospital), un restaurante de comida salvadoreña. Ha sido el mejor descubrimiento gastronómico en mucho tiempo (ya ves, Roberto, que todos tus deseos se cumplen).
Es curioso cómo los centroamericanos tienen una identidad distinta a otros países latinos. Aquí en Nueva York, la mayor colonia de salvadoreños se encuentra en Jamaica (Queens), junto con sus vecinos hondureños y nicaragüenses.

Los salvadoreños tienen quesadillas, pero no tienen nada que ver con las mejicanas (las suyas son un postre dulce más parecido a una crema catalana). La horchata salvadoreña, también distinta a la mejicana -o la valenciana- está hecha a base de semilla de morro (crescentia, o árbol de la calabaza), arroz, leche, cacao y (¡tachán!) ajonjolí... Qué rica. Tienen otras bebidas típicas, como el marañón (zumo de marañón -fruta del anacardo-, piña y manzana) o la cebada (trigo, leche y fresa).

La comida base son las pupusas, una especie de tortas pequeñas que pueden ir rellenas principalmente de elote (maíz no madurado), o queso (las más ricas). Además de las pupusas, también tienen diversas carnes y mariscos. Entre los postres, además de la quesadilla, destaca la empanada de plátano.
Ni qué decir que el restaurante es de ambiente familiar. Yo me hinché a comer por 8$. Y estaba delicioso. Era una mezcla de sabores con base dulce (que no dulzona) que ya se ha quedado grabado en mi paladar.

Para terminar, aquí os dejo algunas fotos de otros rincones de Nueva York.
Convent Avenue, una preciosa calle de Harlem.Ella, posando para mí, en Hudson River Park (a la altura de 15th Street), en la costa oeste de Manhattan.
La vista de Manhattan (en su costa este) desde el parque sin nombre de Kent Avenue con North 9th Street, Williamsburg (Brookyln).
The Corner (El Rincón, o La Esquina), una taquería con sorpresa en sus entrañas.


OLI I7O

martes, 27 de noviembre de 2007

Staten Island (el otro barrio)

De los cinco barrios que forman Nueva York -Manhattan, Brooklyn, Bronx, Queens y Staten Island-, este último es sin duda el más desconocido. Pero, quien tenga un poco de curiosidad, a poco que se adentre, podrá tener vistas como esta: la isla de Manhattan, desde Victory Boulevard, parece flotar fantasmagóricamente encima de nosotros.
Si yo fuera Molinaro, rebautizaría Staten Island como Little San Francisco. La pendiente de las calles es muy parecida, y el tipo de casas es más propio de la costa oeste del país. Por no hablar del puente Verazzano-Narrows, que supera en grandiosidad al puente Golden Gate, como ya comenté.

Para conocer Staten Island, es necesario prepararse un poco los dos o tres puntos que queremos ver (folleto turístico en PDF, aquí). Es una isla aún más grande que Manhattan, casi tanto como la isla de Malta, y el ferry de regreso termina a ciertas horas, con lo que se reduce drásticamente el tiempo hábil de visita; tenemos que ir a piñón fijo.

Moverse por Staten Island implica utilizar transporte público o privado. Ahora entiendo por qué el citado puente no conecta Manhattan con, digamos, otro barrio más famoso: probablemente, el mayor porcentaje de coches privados se encuentre en Staten Island. De aquí se deriva otro rasgo del californianismo de esta isla: no puedes ir a comprar el pan sin coger el coche. De hecho, algunas calles ni siquiera tienen acera porque poca gente camina por Staten Island.

El tren es solo una línea que va de punta a punta. Así, es mediante autobús (plano en PDF, aquí) como mejor nos vamos a mover y como mejor vamos a apreciar las vistas y los rincones.

Pese a ser una zona básicamente residencial, Staten Island tiene áreas realmente curiosas, como este faro, en el interior de la isla, y que actualmente no se utiliza (los árboles han tapado la vista del mar).
A pocos metros del faro, se encuentra el Museo de Arte Tibetano. Es uno de los centros tibetanos más importantes del mundo, y no sólo exhiben piezas, sino que también organizan sesiones de meditación guiadas, viajes y otras actividades y encuentros. El día que fui (que era Black Friday), estaba cerrado; imagino que todos los lamas estarían siguiendo la estrella de Macy's. Tuve que conformarme con fotografiar la cúpula tras el muro, y la cancela de la puerta principal.
Mucha gente toma el ferry de Staten Island gratuito por las vistas que ofrece. Y, sin duda, esta es una de las experiencias más rentables de Nueva York. Pero si durante ese trayecto hay un segundo en que nos planteemos qué hay más allá del puerto de atraque, Staten Island es un destino que sorprenderá a más de uno.


OLI I7O

lunes, 26 de noviembre de 2007

Hispanic Society

Washington Heights, como ya comenté, es un barrio que merece una visita concienzuda. En Broadway con la calle 155, está la Hispanic Society of New York, uno de los centros hispanistas (fuera de la península ibérica, se entiende) más importantes del mundo.

El museo fue fundado en 1904 por Archer Milton Huntington, un amante de la cultura española que fue reuniendo obras de arte a partir de su propia colección. A la entrada del mismo, nos recible la imponente estatua del Cid, creada por su esposa, Anna Hyatt Huntington.
El patio en sí es espectacular, y merece una pequeña visita. Pero en el interior se encuentra probablemente el mayor patrimonio de arte español en proporción al pequeño espacio que lo alberga (tal vez sólo superado por el cuarto de baño de Carmen Cervera).
El museo huele a madera vieja, viejísima, que cruje a cada paso que das, lo que le da mayor grandeza a las obras que allí se encuentran. Entre ellas, obras que hemos visto mil veces y que, cáspitas, me produjo una gran sorpresa encontrar, como el retrato de la Duquesa de Alba (Goya) o la cabeza de San Francisco de Asís (El Greco). La sala de Joaquín Sorolla estaba cerrada por préstamo, pero volverá el año que viene.

El museo tiene un piso inferior y un corredor superior que rodea la sala, desde la cual se puede ver la planta baja. Todas las demás salas están cerradas, y mucho de lo que se menciona en la web de la Sociedad Hispánica es patrimonio no exhibido. O eso, o está muy bien escondido.
Fue precisamente desde la planta superior donde hice esta foto. La foto de la discordia:
Ese hombre que veis ahí abajo, al verme con la cámara, vino hacia mí corriendo para increparme que le estuviera haciendo una foto. Me quedé estupefacto. ¿Cómo puede ser una persona tan egocéntrica como para pensar que le estaba haciendo una foto a él, estando rodeado de obras de El Greco y Goya? La respuesta: era español.

Lo siento mucho. Ya es oficial. Salvo una notable excepción, que ya os contaré en otra ocasión, en Nueva York sólo he tenido problemas con gente de España. Y yo no he sido el único. Os podría contar mil historias mías y ajenas al respecto, pero quiero que sepáis que los españoles van (¿vamos?) de abiertos y extrovertidos, cuando lo cierto es que no he conocido una nacionalidad más desconfiada, prepotente y egocéntrica. ¿Que estoy deslumbrado por la ciudad? Puede ser, pero ya llevo un tiempo aquí como para poder opinar con un poco de perspectiva, y esta cuestión me hace soltar espumarajos por la boca. Eso sí, qué rico está el jamón y qué bien se come en España y olé.

El caso es que, pensando en mis paisanos, tras las recientes visitas que he tenido, he sacado las dos frases más habituales cuando los españoles visitan Nueva York:

1) En un autobús en Harlem: "Éramos los únicos blancos de todo el autobús" (pues yo apuesto lo que quieras a que ellos estarán más que acostumbrados a ver guiris flipados por esa causa).

2) Frente a la escalera de una salida de incendio: "¡Anda, pero si cualquiera podría llegar hasta ella desde el suelo!" (sí, pero los americanos ni siquiera se plantean hacerlo).

¿Es esta la sociedad hispánica que me voy a encontrar cuando regrese? Tranquilos, que se me pasará... Os dije que duraría poco.


OLI I7O

domingo, 25 de noviembre de 2007

Domino Sugar

Todo aquel que durante los últimos meses ha cruzado el puente de Williamsburg de noche, ha podido ver un edificio con unas enormes y misteriosas letras luminosas de palo que ponían SAVE DOMINO.
Ese letrero ya no está, pero "salvemos Domino" ha sido el grito de guerra de las numerosas asociaciones que salieron en defensa de la antigua fábrica de azúcar Domino, una empresa que desde siempre ha despertado simpatía entre los estadounidenses. Tras su cierre en 2004, el edificio fue adquirido por una sociedad anónima (CPC Resources), que siempre aseguraron que harían buen uso de él.

No obstante, los brooklynianos (entre los cuales se encuentra la activista Mikki Halpin), para asegurarse de que eso se cumpliría, pelearon hasta que el pasado mes de septiembre la fábrica fue declarada bien de interés local, (el comunicado oficial en PDF, aquí). La opción más apoyada para el destino de la misma es construir un centro cultural, tratando de conservar el cartel original de la fábrica, pero imagino que también construirán algunas casas, porque el espacio es enorme.

La web de Domino Sugar es completísima, en especial la evolución de sus anuncios desde que empezaron. La zona que rodea la fábrica es una de las que, en mi opinión, y junto con el Meatpacking District, más cambios podría experimentar en los próximos meses, ya que aún quedan numerosas zonas por edificar.


OLI I7O

sábado, 24 de noviembre de 2007

La ciudad de los muertos

No hay ningún lugar tan escalofriante en Nueva York como lo que estáis viendo: este cementerio de barcos en Staten Island.

Ya hacía tiempo que quería visitar Staten Island, más allá del famoso ferry gratuito. Quería ver varios lugares, que espero contaros en otra entrada, pero mi objetivo principal era este decadente lugar. Decenas de pecios amontonados, esqueletos de barcos, cuyo óxido se derrite fundiéndose con el mar. Restos de naufragios que se convierten en sal.

La ciudad de los muertos. He llamado así a la entrada porque todo lleva al mismo campo semántico. Este cementerio está en Arthur Kill Road. Lo de "kill" es la primera señal. La segunda señal es su localización: cerca del barrio de Tottenville, palabra que al ser escuchada por un alemán, entendería, casi literalmente, "La ciudad de los muertos", si bien el nombre realmente honra a Gilbert Totten. Este lugar, además, es otro escenario de Across the Universe (lo que no cuentan en la película es cuánto tardarían en llegar desde su casa hasta allí).
Mi periplo por Staten Island ha resultado ser uno de los mejores días que he vivido en Nueva York, con un día otoñal perfectamente despejado y fresco. Al terminar mi visita a este particular cementerio, he conocido a un hombre que también venía de hacer fotos, pero él se había preparado a conciencia: se había puesto un traje de neopreno para caminar por las zonas más pantanosas que hay entre los barcos.

El hombre había estado varias veces allí. Era fotógrafo de profesión. Su coche era el típico almacén de objetos inútiles desperdigados por todas partes, cajetillas de tabaco a medio gastar, peluches erosionados, vales de descuento caducados y números de teléfono apuntados en cualquier parte. Me enseñó fotos de ese mismo lugar, así como de sus viajes a China, porque era maestro de kung fu, budista, y un hombre de mundo.

Me ofreció llevarme a Manhattan, y como la conversación me interesaba tanto, acepté. Por el camino, nos tomamos un café, y seguimos hablando de la vida. John, que así se llamaba, hablaba con pasión sobre la religión, bromeando incluso: "Has tenido suerte de montarte en el coche de un budista blanco..." "Bueno, con Richard Gere, ya sois dos", le dije.

De pronto, se encaminó hacia el puente de Verazzano-Narrows. No os conté que, el día que lo visité, quise haberlo cruzado, pero los autobuses van por el piso inferior, y lo descarté. Dado que iba a cruzarlo en el coche de John, le pedí que fuera por el nivel superior. Por la experiencia de cruzar ese descomunal puente, estaba dispuesto a pagarle los 9$ de peaje.

La casualidad quiso que hubiera obras en el piso inferior, y todo el tráfico (poco, ya que hoy era Black Friday, el mayor día de consumismo norteamericano) había sido desviado por el piso superior, sin tener que pagar peaje. He podido cruzar el puente de Verazzano-Narrows con una luz de atardecer, reflejada en la mole de acero, que me ha dejado sin respiración, como si fuese mi primer día en la ciudad.
(¡Sí, eso es la luna llena!)

John me dejó en el World Trade Center. Al despedirnos, me dice: "No hay casualidades". Salí de casa por la mañana en busca de la ciudad de los muertos, y he vuelto más vivo que antes.


OLI I7O

viernes, 23 de noviembre de 2007

Sobre puentes

El puente de Verazzano-Narrows, que conecta el sur de Brooklyn con Staten Island, es grande, muy grande. Y está muy lejos, en la zona de Bay Ridge (junto a Sunset Park), popular en el cine, entre otras, por la película La Sombra del Diablo y porque este verano hubo allí un tornado que arrambló con varias casas.
Lo primero que me vino a la mente al ver el puente de Verazzano-Narrows fue plantearme si era más grande que el puente Golden Gate de San Francisco. Bueno, miento; fue lo segundo que pensé. Lo primero fue un sonoro "¡hotiá!" mental. Efectivamente, el puente de Nueva York es más largo que el de San Francisco, y por él pasan unos unos 194.000 coches al día (por el Golden Gate sólo unos 100.000).
Hablando de puentes, muchos estadounidenses están de ídem, porque hoy ha sido el día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day); repito, solamente aquí (en Canadá no es este día, según nos contó la vecina María). El nombre de la fiesta viene porque los primeros colonos estadounidenses (los llamados Pioneros) no sabían ni cultivar manzanos, y fueron los indios nativos los que les enseñaron a prosperar. Al año siguiente, en agradecimiento, los colonos invitaron a los indios a una gran cena con todas las cosechas para agradecerles todo lo que aprendieron.

Esta cordialidad está a años luz de las matanzas que sufrieron los nativos por parte de los colonos durante los asentamientos. Por eso, los estadounidenses más concienciados con este pasado negro, han rebautizado esta fiesta como Thankstaking (más o menos, "Acción de Robo"). Hoy en día, la fiesta se resume muy bien en el sms que he recibido de un amigo: "¡Feliz Acción de Gracias! Come, bebe y disfruta el atracón durmiéndote en el sofá arrullado por la dulce nana del partido de rugby."
Mi noche de Acción de Gracias ha sido genial. He dado un paseo con unas amigas y nos hemos metido a un cine a ver Enchanted. Me lo he pasado pipa viéndola, además de que la implicación (y participación) del público norteamericano es espectacular (aplausos, abucheos a los malos de la peli, exclamaciones de compasión ante una situación injusta...). Es, además, una de las películas que mejor enseña Nueva York y los neoyorquinos. Cualquiera que sienta pasión por la ciudad, debe ir a verla. Yo, al salir del cine he podido volver a casa andando por muchas de las localizaciones. Qué privilegio.


OLI I7O

jueves, 22 de noviembre de 2007

Peticiones (2)

Vamos con alguna petición reciente, que se me acumulan.

Misa gospel. (María)
No he ido a ninguna misa gospel en Harlem. Siempre que he ido (bastantes veces, la verdad) ha sido a la Emmanuel Baptist Church, en Brooklyn. Es espectacular: caben unas 900 personas, número que apuesto lo que queráis a que se superó ampliamente el pasado Domingo de Resurrección (apenas conseguí sitio). Tienen un ala entera para el coro. Y la banda no baja nunca de siete u ocho miembros (batería, bajo, dos guitarras, piano, órgano, saxo y violín). Es impresionante.

Además de enorme, es impredecible. No intentan complacer a los turistas, simplemente porque pocos llegan allí. Elena os podrá decir lo lejos que está del circuito típico de Manhattan; con ella, pudimos presenciar un homenaje a la música africana, ya que el pastor se encontraba en Sudáfrica de misión. La última vez que estuve allí (con Pe) el maestro de ceremonias rapeó y todos le hacíamos el estribillo.


Central Perk. (Javi Rueda)

Hasta donde yo sé, no hay ningún local en Nueva York que recree el Central Perk de Friends. Sé que el empresario iraní Mojatma Asadian ha registrado el nombre en 32 países, y está empezando a abrir franquicias de cafeterías que recrean el Central Perk por todo el mundo. La primera de ellas se abrió en 2006 en Dubai. Los estudios de rodaje, en California, son muy visitados. Es allí donde la gente puede fotografiar el famoso sofá.

No obstante, muchas de las localizaciones de la serie son reales de Nueva York. Una de ellas (la casa de los protagonistas), nos la enseñó hace tiempo nuestro vecino JMGH.


Vapor de Metronome. (Guardagujas)

Tanto a las 12 del mediodía, como a las 12 de la noche, está programado que surja una columna de vapor del Infinity, una de las partes de Metronome, la escultura de Union Square. Allí me fui a esa hora para grabar este vídeo...


Penn Station. (Irina)
He mencionado de pasada que Penn Station es el intercambiador de trenes más grande de Estados Unidos. Cuando vemos la galería principal nos da esa impresión, pero cuando seguimos bajando niveles y descubrimos el intrincado de pasillos que es esta estación, tenemos que multiplicar esa idea por tres.
En la última foto, se ve la bóveda que queda debajo del Madison Square Garden, que tiene un protagonismo especial en la película Godzilla. Actualmente Circo del Sol representa allí Wintuk.


Dónde escuchar buen jazz en directo. (varios)

No soy aficionado al jazz, pero mi amigo Justo sí que lo es. Vive en Harlem y conoce sitios muy buenos. La última vez que le pedí recomendación, ni siquiera pude terminar de hacer la pregunta cuando él me respondió: "En la 125 con St Nicholas Avenue". Le pedí más opciones, y también me recomendó otro en la 125 con Lenox Avenue, así como otro par de locales a lo largo de la 125. Recientemente, un amigo estuvo en el primer local que mencionó y me ha contado que era gratuito, muy auténtico y que estuvieron hablando con los miembros de la banda.

Sí, la 125 es el centro comercial de Harlem. Para el que quiera buscar locales de jazz, tiene dos opciones claras: preguntar en cualquier tienda de discos, o leer el Time Out New York, algo que podemos hacer en cualquier quiosco tipo Barnes & Noble. Entramos, miramos las recomendaciones de la semana (especialmente nutridas en la sección de jazz) y nos vamos. Y el Village Voice, gratuito (y siempre les quedan en la Virgin de Union Square), también está lleno de recomendaciones de jazz y de (casi) todo tipo.

Para quien no quiera complicarse, la opción del Jazz at Lincoln Center, en la calle 60 con Broadway (junto a Columbus Circle; algo más al sur del edificio central), también es buena. Por 15$ de entrada, se puede pasar una buena noche frente a Central Park, aunque los espectáculos son de noche, y el parque no se ve.

Finalmente, para quien quiera complicarse, Woody Allen y la Eddie Davis New Orleans Jazz Band tocan en el Cafe Carlyle (Madison Avenue con la 76) cada lunes, hasta el día 10 de diciembre. Pasado un tiempo, supongo que volverán a tocar allí.


OLI I7O

martes, 20 de noviembre de 2007

Regreso a Coney Island

Un doble motivo me ha impulsado volver a Coney Island esta mañana. Por un lado, quería buscar allí a alguien que pudiera confirmarme si era cierto que el parque de atracciones Astroland cerraba para siempre este otoño. Por otro lado, me atraía el contraste del bullicio del pasado verano con la tranquilidad que probablemente encontraría hoy.
Decir que Coney Island estaba tranquilo es como decir que un cubito de hielo está templado; Coney Island, esta mañana, estaba muerto. Sé que es normal en la mayoría de playas durante el otoño-invierno, pero la presencia de un parque de atracciones transforma esa calma en una hermosura casi inquietante. Astroland era una ciudad fantasma. Sólo había un par de operarios desmontando algunas atracciones, uno de los cuales me contó que aún queda un año de Astroland.

Aquí podéis ver el ambiente de Nathan's, el famoso local de perritos calientes, en agosto y en noviembre:
Y aquí, la calle principal de Astroland, antes y después:
Además, os dejo estas otras fotos, así como este vídeo, y este otro (ambos tomados hoy), para que os hagáis a la idea del ambiente que he encontrado en Coney Island.
Nadie sabe cómo será Astroland a corto plazo. Como ya comenté, el nuevo proyecto inmobiliario incluye la construcción de monstruosos hoteles y resorts para reavivar la zona. Lo que nadie duda es que queda poco tiempo para disfrutar del Astroland que durante tantas décadas ha sido el entretenimiento veraniego de los pobres. Queda un verano. Una estación.


OLI I7O

lunes, 19 de noviembre de 2007

¡Esta no es mi lengua!

El Español no es difisil. Se hase difisil cuando la tradusion se realisa directamente desde Ingles, y el Español detiene siendo una lengua en si misma. Juro que no tumbo sobre ello. Como yo estaba caminando a lo largo de Evergreen Avenue, pude ver este signo atachado a una fensa. Y justo pasado por el, la adaptasion hasia Español. A traves de ella, un moreno gritaba a otro: "¡Te llamo para atras!". Todo, muy pisanlof.


OLI I7O

domingo, 18 de noviembre de 2007

Del rosa al amarillo

Sé que esta foto podría ilustrar la portada de cualquier novela rosa de la neoyorquina (de adopción) Danielle Steel, pero cualquier excusa es válida para enseñar más rincones de Central Park, especialmente en otoño. Y más aún, cuando veo que el tiempo vuela y que todavía queda mucho por contar.


OLI I7O