miércoles, 21 de marzo de 2007

¡Empezamos!

¡Claro! ¿Para qué tardar más? Es primavera, estoy en Nueva York y tengo muchas cosas que contar... Sin embargo, voy a empezar desde el principio.

La primera pregunta del millón. Bueno, he de decir que en todo este tema de Nueva York, me he topado con varias "preguntas del millón". Poco a poco las iré desvelando, pero de momento, empezamos con la primera: "¿por qué te viniste a Nueva York?"

No sé cuándo empezó todo. Creo que fue cuando, de pequeño, ví Cazafantasmas. En ella, Nueva York era un personaje más. Me molaba tanto esa película, que yo creo que interioricé cada elemento de modo que, con el tiempo, se ha convertido en algo mío. Desde entonces, he visto cientos de películas que están ambientadas en Nueva York, pero la que marcó otro punto de inflexión fue La Jungla de Cristal III. Una gymkhana a lo largo de la ciudad... ¿podía haber algo más divertido? Esta película, por cierto, la pusieron el otro día en la tele, y la pude ver con otros ojos.

Yo calculo que serán unos quince años los que Nueva York ha estado en mi cabeza. A veces vestida de pasión, otras vestida de turista, y otras simplemente de curiosidad. Pero claro, hace quince años no era buen momento para venir, porque estaba en el instituto (buf...). Luego, en la universidad, tampoco era buen momento, porque tenía que terminar mis estudios.

Ya casi terminada la carrera, fue el 11 de septiembre de 2001. Y, claro, tampoco era buen momento. Al año siguiente me fui a Madrid, y empecé a meter cabeza en el mundo de la publicidad, y tampoco era buen momento...

Hasta que un día de septiembre de 2006, me dí cuenta de que estaba pasando el tiempo, y yo seguía sin ir a la ciudad. Ni como turista, ni como estudiante, ni nada. Quería ir a la ciudad y hacer algo más que pasarme una semana gastando pelas como un guiri. Así que, dado que varias circunstancias (mentales y logísticas) lo propiciaron, empecé a mover hilos para ir a Nueva York.

Fue una decisión muy difícil. Sin embargo, descubría que allá por donde lo iba contando, la gente me decía: "¡Guau! ¡Qué envidia! ¡Yo siempre he querido hacer algo así!" Y eso me hacía más fuerte, porque le daba otro valor a mi decisión. Renuncié a una excelente convivencia con Sarita en un piso de Malasaña a muy buen precio. Cargué con la cruz de la distancia al día a día con una novia que nunca eligió esa situación, y me despedí de un trabajo por el que mucha gente mataría en una de las mejores agencias de publicidad. Y mil cosas más. Todo por un sueño al que todavía no era capaz de darle forma. Un sueño hecho del humo que tantas veces veía emanar de las alcantarillas en las películas ambientadas en Nueva York.

El día que compré el billete de avión, apenas pude dormir. Veía cómo se desmontaba poco a poco mi mundo en Madrid, y no era capaz de ver más allá de esta fecha: el 14 de febrero de 2007. Desde hacía unos años, esa fecha me había traído cambios, y elegí volar ese día para sentirme seguro en lo único que me quedaba: mi intuición.

Lo pasé mal. Tenía miedos de todo tipo (miedos reales, miedos ridículos...), pero nunca me arrepentí de mi decisión. Tan sólo, a veces me preguntaba: "¿Qué coño he hecho?"; incluso cuando estaba subido en el avión, aún no me lo creía. Tenía mucha ilusión, y tenía claros mis objetivos. Lo importante era ser fuerte y paciente. Sabía que las cosas serían difíciles en algunas ocasiones, y que echaría mucho de menos a mi gente, a tantos kilómetros, pero también sabía que sólo habría podido venir a esta ciudad en este preciso momento. Antes, no hubiera estado preparado.

Llegué la noche más fría en lo que va de año, el día que hubo una tormenta de nieve. Además, estuvimos retenidos dentro del avión cuatro horas, tras un vuelo de nueve horas, sin contar la escala en Frankfurt (y las dos horas desde Barajas). Cuando tiraba de esas dos maletas por la nieve, creía que no lo conseguiría, pero llegué al "campamento base" (el estudio de mi amigo Justo) sano y salvo.

Ya iré entrelazando historias del proceso de adaptación, pero de momento voy a continuar el blog con historias de la gente de aquí, sus costumbres, sus calles... Habrá de todo (incluso autocrítica), pero no dejará de ser mi visión de las cosas.


OLI I7O

3 comentarios:

vivaquintín dijo...

Esto es una prueba para que mi hijo me enseñe a ser un blogista de verdad

Oli dijo...

Te corregiría el término "blogista", pero viniendo de un visionario como tú, oh querido Padre, te lo dejaré pasar...

Bienvenido al mundo blogístico. Cuando un blog entra en tu vida, ya estás perdido.

¡Y viva Quintín!


OLI I7O

Anónimo dijo...

la fecha del 14 de febrero fué la primera contraseña de la puerta de entrada HW
glo