miércoles, 23 de mayo de 2007

Apagón

Anoche, al legar a casa, noté algo raro. No había nadie y todo estaba oscuro. Conforme probaba intermitentemente todas las combinaciones posibles de posiciones de interruptores (es decir: on y off), me acercaba a la única conclusión posible: que no había luz en casa.

Era sólo en mi casa. Descartado el problema administrativo, mi compañero de piso me dijo que al día siguiente vendría el técnico a arreglarlo. Perfecto, a ver si es verdad, pero me queda por delante una noche y un desayuno sin electricidad.
Cuando nos vemos atrapados en la oscuridad de un apagón, pasamos por varias fases en un instante. La primera de todas es buscar una linterna. Buscamos una linterna, sólo para que nos ayude a buscar alguna vela que podamos tener en algún cajón. Las velas son nuestro objetivo. Así, sacamos al Indiana Jones que llevamos dentro y tratamos de paliar la escasez de luces con un poco de ingenio.

Pero conforme buscamos las velas, entramos en la siguiente fase: la fase materialista. Pensamos en la carne congelada que probablemente se estropee, cómo nos apañaremos para desayunar al día siguiente, si tenemos algo que caduque y tengamos que consumir en ese momento, que el despertador se habrá reiniciado, si podremos recargar el móvil...

Y encontramos las velas. Con una cerilla, las encendemos, y miramos el espacio de siempre con otros ojos distintos, porque la luz es distinta. Nos sentimos orgullosos porque hemos conseguido crear luz donde hace poco había oscuridad. Nos sentimos como Dios.

La luz de la vela, temblorosa pero reconfortante, nos hace entrar en la siguiente fase: la existencialista. Durante esos momentos en los que no tenemos televisión, internet o la música puesta, todos pensamos una misma idea, pero cada uno con sus palabras. Las mías, simplemente, son: que somos cavernícolas que vivimos en cuevas de cinco estrellas.

Es hora de dormir. Apagamos la vela y de nuevo nos encontramos a oscuras, pero nos acostamos con la esperanza de que al día siguiente haya vuelto de nuevo la luz.


OLI I7O

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi pequeño saltamontes, aquí es muy habitual que se vaya la luz. De hecho, a veces la cortan a propósito, cuando hay tormentas, "por seguridad". Y muchas veces las tormentas son eléctricas y se va solita. También te la cortan si no pagas (obvio no?) o salta sin motivo aparente, y como no son los fusibles, no puedes hacer nada al respecto. Puede pasarse horas, casi días, sin haber luz. A mí, nada más llegar, un compi me regaló una linterna. Me pareció raro. Ahora le estoy muy muy agradecida. En lo que llevamos de semana, he tenido dos apagones. Concretamente ayer, estuve 12 horas sin luz. La faena es la nevera y el congelador, claro.

Besitos, se te echa de menos

Adriana Cervantes Rojas dijo...

no me conoces... te acabo de conocer... debo decir que es cierto lo que dice azteca (que supongo es de mi México Lindo tb), se va muy seguido la luz ... aunque a mi no tanto como a ella.

Mi caso... resulta ser: primero, frustrante porque seguro se va justo cuando tenía una conversación muy amena por chat, o bien estaba trabajando y no guardé el último avance de mi trabajo... y pienso "MALDITA SEA, SIN LUZ NO PASA NADA INTERESANTE"

Lo segundo: respiro...

Lo 3ro: miro al rededor para acostumbrarme a la oscuridad, sabes? puedes ver sin necesidad de encender una vela.

Lo 4to: me calmo y busco compañía... generalememte termino con mamá o escuchando lo que mi abuelito tiene para contar o termino acostada en el patio, apapachando a Buba (mi perrita labrador)

Y lo último: llego siempre a esta misma conclusión: Es bueno que se vaya la luz, uno aprende a mirar su espacio sin los ojos, a sentir su al rededor sin la mirada y a disfrutar lo que tiene con el corazón.

Si regresa la luz... y tengo mucho trabajo... me toca terminarlo, y si no... prefiero descansar.

....

Y si otro día se va la luz ... me vuelve a pasar exactamente lo mismo ... ja!

Saludos !